miércoles, 23 de abril de 2008

Viaje y mi primera noche en la UNI

Corría el mes de octubre de 1963 (El día no lo recuerdo) un niño de 14 años, partía de su aldea, asentada donde termina el Océano Atlántico (Definición del P. Cuenca, que quedó maravillado, al comprobar como dicho Océano, terminaba a sus pies) para montar en el tren que lo llevaría a un sitio, del cual, su nombre, poco me decía.

Me eran mucho más familiares los nombres de Buenos Aires, Santiago de Cuba, Camangüei, Pinar del río etc.

Era la primera vez que montaba en tren, sin embargo hacia dos viajes diarios a Vigo, en barco.
Aquí, antes de seguir, tengo que dejar constancia del VALOR que mis padres tuvieron que conseguir, no se donde, para dejarme marchar tan lejos (¿os imagináis 1.000Kms, de los de antes?

El viaje no era directo, había que hacer trasbordo en Madrid.
No penséis que eso era lo peor. Tenía un tío allí
Tengo que aclarar, que debí de ser de los repescados, ya que el tren especial, que más tarde conocería, había partido un mes antes, o así...
Bueno, llegado el día, viaje de la Familia a Vigo para despedirme.

Monto en el tren. Parte el tren. Llega a Madrid sin problemas. Trasbordo y rumbo ya sí, a Córdoba.
Es ya noche en Córdoba cuando el tren llega.
Bajo del tren, me meto por unos agujeros con mi maleta de cartón, y por arte de magia, aparecemos mi maleta y yo en la puerta de la estación.
Había taxis. Supongo que el primero de la parada, bajó solícito para preguntarme a donde me llevaba.
A la Universidad Laboral, le debí de contestar.

Porque al momento, mi maleta estaba en el portaequipajes y yo en el asiento del copiloto.
Y no os lo creeréis, pero aquí comienza el viaje más largo de mi vida.
Yo creía que la UNI estaba en Córdoba y no en medio de un campo, allá en el quinto pino.
Comienza la carrera, el taxista muy amable, me hablaba de no se qué, pero yo al ver que las luces de Córdoba, se quedaban atrás y nos adentrábamos en una oscuridad inmensa, me entró tal miedo y angustia, que no le atendía, solo le preguntaba ¿Cuánto falta para llegar?
Después de no se cuanto tiempo, eterno; el señor me dice: ¿Ves aquellas luces allá al fondo...? Pues allí es.

A mí lo único que se me ocurrió decirle fue: déjeme aquí que ya voy andando.
A lo que me contestó que no, que era peligroso.
Llegada al pié de Paraninfo, pago, cojo mi maleta y subo unas escalinatas que se perdían en la noche.

Me recibió el P. Riera, el cual me pregunta a que voy allí. Abro de maleta, saco los papeles, se los doy, los lee y me dice. Tienes suerte, te toca el colegio Juan de Mena y están cenando.
Me indica hacia donde tengo que caminar, acompañado de mi maleta.
Cruzo un espacio enorme (suerte que no caí en el estanque, ya que podéis creerme, no sabía que existía. Tampoco donde quedaba el comedor de J. De Mena) y llegué, por fin a un sitio con cantidad de chavales. Pregunto cual era el comedor que correspondía y me dicen, este es.
Me sentaron en la esquina de una mesa, donde había otros chicos cenando.
Aparece uno con una bandeja y me llena el plato, pero hasta casi desbordar, de unas cosas con una pinta rarísima y redondas (luego supe que se llamaban albóndigas) y me dice que me las tengo que comer todas, que no se puede dejar nada.

A, muy bien, pero yo cosas que no conozco, no como; le contesté. Y no comí. Bueno, no cené.
Salida del comedor, llegada al colegio y dormir al sótano, donde éramos la tira juntos, pero no revueltos.

Para terminar el relato de mi primera noche, os confieso que dormí toda la noche agarrado a la maleta, no me la fueran a esconder.